jueves, agosto 17, 2006

Don Pedro Cárdenas (Mi familia)

(...) ¿Por qué se te enseñaba a doblegar la cabeza ante el sufrimiento divinizado, cuando en otro tiempo los hombres fueron tan felices como para adorar, en su plenitud trágica, la hermosura? (...)

Luis Cernuda



Esta historia no es parte de un guión de película, es la historia de mi gente, que tanto y tanto ha pasado. Las guerras son peor que malas, pero más aun para aquellos, que las sufren desde la grada.
Corría el año 33 y Pedro, ferroviario de la provincia de Jaén era mandado a Sevilla, a trabajar allí. Acompañado de Juana, su querida mujer y de sus hijos, marcharon, en tren por supuesto a hacer nueva vida allí. Republicano y filántropo, tardo poco en juntarse con el maestro del lugar y junto a él, montar un Atenéo cultural. Influenciado por el arte, la poesía y el teatro llevaron la cultura a las gentes del lugar, agradecidas y extrañadas de tal actitud.
El tiempo pasó y tras tres años, le devolvieron el favor: podría regresar a Jaén, su tierra natal. Tal noticia le llegaba el dieciséis de julio de mil novecientos treinta y séis. La única condición para marchar es que partiera el diecinueve. Su familia que ya estaba dispuesta partió el mismo día diecisésis.
El dieciocho de julio a media tarde vinieron a buscarle. Las tropas habían entrado en Sevilla. Su cuerpo inerte yacía en la cuneta de un carril cercano a la vía. Su familia nunca lo volvió a ver.
Tres días después, una mujer del lugar, amiga de la familia, encontra de la voluntad de su marido salió a la calle y cogió el cadáver frío de Pedro y lo llevó lejos, tanto como pudo aguantar su cuerpo. La adrenalina de la situación la condujo hasta Alcalá de Guadaira, a la fosa común de los que iban llegando.
La familia recibió noticias a las dos semanas, temiendose lo peor; asi fue, Juana derrumbada marchó a Barcelona junto a los demás, con lágrimas en los ojos y la sensación de que la mentían, que su marido no podía estar muerto.
Cincuenta años después, a su hijo Jose María, le ofrecieron regresar a Andalucía, Granada sería su destino. Juana, una anciana de setenta años vió con buenos ojos acompañar a su hijo de vuelta a la tierra del sol. Una sonrisa la acompañaba de regreso eterno, en tren como no.
Trabajador nato, José María, abrió una nueva sucursal de su empresa en Sevilla y marchó hasta aquellas tierras. Juana quedóse en Granada, achacada de una dolencia. Su familia se ocupó de ella hasta que cayó enferma. El médico les dijo que había que ingresarla. Ellos accedieron; pero el médico añadió que en Granada no podía ser, que el único sitio donde se encontraba esa especialidad era, ni mas ni menos, que en Alcalá de Guadaira.
A las dos días de estar en aquel lugar, Juana miró a su hijo y le dijo, "Aquí vengo, a morir junto a Pedro", cerró los ojos y apretó las manos. Una lágrima recordó todos aquellos momentos en los que Pedro no estuvo.

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