jueves, agosto 24, 2006

Una de polis y cacos

Escondida tras la última tapia del recinto industrial se hallaba la detective Huertas, más conocida como Elune, la hija de la Luna. Dicen las malas lenguas que fue concebida una noche de luna llena en agua de mar, la luna envidiosa de aquel acto atrajo hacia el interior del gran azul al hombre que posó su semilla en la mujer. Nunca más se supo de el; a los nueve meses y a la orilla de aquella playa parió sola aquella mujer, madre de la detective Huertas.

Toda su vida la dedicó a hacer el bien, en cuanto pudo se hizo policía y rápidamente ascendió a detective. En medio de un importante caso la encontramos en estos momentos, momentos por cierto, no muy agradables para ella. La persiguen tres esbirros de Pinelli, uno de los mafiosos a los que ha descubierto Huertas en la operación antidrogas más importante de Andalucía. Corriendo por aquel polígono industrial como una gacela, ágil y temerosa, perdió de vista a sus perseguidores con el tiempo justo como para hacer una llamada de emergencia a la central. En cuestión de dos minutos las luces rojas y azules deslumbraban el rostro de la detective. Esta vez has salido ilesa Huertas, pero la próxima puede ser la última, vociferó como siempre su superior, el comisario Peláez, es la última vez que te marchas sola en busca de pruebas; por Dios Huertas, tienes un compañero y un equipo detrás tuya intentando seguirte la pista a ti.

No es difícil seguirme comisario, sonrío la detective, donde esté el mal, allí estaré yo. Cogió su placa y su pistola y se enfundó el casco integral negro; montó en su moto y se marchó del lugar en busca de la siguiente pista. Pinelli no estaba muy lejos.

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