sábado, noviembre 18, 2006
Escuchando...
Straighthate de Sepultura (Roots, 1996)

La jungla se hace cada vez más espesa, menos conocida, los pictos persiguen a Conan sin ningún tipo de remordimiento, solo hambre y maldad en su afilados dientes.
Ngharthl ha resucitado tras recibir su sacrificio, dos de ellos eran amigos de Conan, pero la venganza aun está lejos, tanto como la salida de aquel infierno. Resuenan a lo lejos, los gritos de los que van cayendo en las fauces sanguinolientas del demonio picto, la marabunta sigue tras de él, aunque nota que ya no corren por diversión, sino por su vida.
Este hecho le da a nuestro héroe una ventaja, el nunca tiene miedo a morir, si Crom le dejara caer, iría hasta lo alto de su montaña donde mora riendose de sus fieles, y le clavaría su espada de acero cimmerio en el corazón.
Toma la decisón rapidamente, se encarama a una rama y espera a que pasen los primeros, tras ellos ahora hay dos bestias. Una busca sangre, otra aparte, venganza.
Empuña su espada y cercena el brazo de uno de ellos al caer al suelo, los gritos se confunden, vienen de detrás, de delante, de ese pobre insensato que intentó jugar a ser malo.
Conan sabe que no podrá vencer al demonio, es consciente de eso y se oculta; mezcla su cuerpo con barro e introduce su cuerpo en el pantano. Pasará allí el tiempo que sea necesario, o el que su paciencia le permita antes de salir y morir matando a un demonio más.