martes, diciembre 05, 2006
Entrada 121
Un martes cualquiera de diciembre, llueve como en Jaén suele hacerlo cuando mamá naturaleza nos lo da; viento acompaña la jornada, música natural para los oídos que miran tras las curiosas ventanas.
Suena Elenita Bugedo (yo soy así de cariñoso con ella) y me cuenta sus Intimidades al calor de una pequeña estufa que se presenta como mi mejor amiga en lo que queda de noche. Una partida a la carta blanca empezada y a medias, programas abiertos con la fe de no utilizarlos al menos hasta mañana. Páginas, noticias, el Barça ganando me dice la SER y una revista de maestros en mi rodilla.
Quién necesita la melancolía si no es para empujarla en ese hueco que tienes con un mínimo de espacio. Si hay sonrisas apagadas, nudos en la garganta o simplemente ojos que escuchan corazones, todo en este momento merece la pena.
Y voy a coger ese juguete que aun queda sobre el armario y le miraré las ruedas como hacía no hace mucho, para ver que tiene dentro. Hay cosas que no cambian. Ni los cambios, fíjese usted.

(Veréis, de pequeño, yo llegué a ser guapo; ya se sabe que el paso del tiempo degenera...)